Novia por un día

Me causa curiosidad las historias de las personas que han recibido múltiples propuestas de matrimonio y de aquellas que se han casado más de una vez.
Yo, por ahora, solo me he probado vestidos de novia.

A inicios de año me aventuré a algo que no había imaginado antes. Decidí jugar, experimentar y me atreví a probarme vestidos de novia y… ¡ME ENCANTÓ!
Déjame contarte más sobre esta experiencia.

¿Cómo llegué a una tienda de vestidos de novia?

Fui target de una campaña de marketing sin ser realmente el público objetivo.
Estaba navegando en internet cuando me apareció la publicidad de una reconocida tienda de vestidos de novia anunciando su nueva colección.

Sinceramente, pensé que solo se trataría de ver los vestidos, y entre mi curiosidad por conocer más sobre el mundo de las bodas, y mi interés profesional (analizar la experiencia del cliente y el servicio), decidí apuntarme y vivir la experiencia como una potencial clienta.

Llené el formulario y, pocos días después, recibí una llamada y un mensaje de WhatsApp para confirmar mi cita.

Hasta ese momento, creía que solo asistiría como observadora. Pero luego me llegó otro mensaje pidiéndome que compartiera modelos, ideas, inspiraciones…
Ahí fue cuando me invadieron los nervios. Y no voy a mentir: también algo de miedo y, sobre todo, vergüenza.

Qué vergüenza, ser “la loca” que se prueba vestidos sin tener ninguna boda en el horizonte.
Confieso que pensé en cancelar, en dejar aquella fantasía.

Pero entonces me pregunté:
“Si no voy, no pasa nada… pero ¿y si voy?”


¿probarme vestidos de novia es para mí?

Me lo pregunté varias veces.

Y llegaron recuerdos.
Claro que de niña llegué a imaginar el día de mi boda. La televisión me vendió la idea de que era el gran momento de toda mujer.
Con el tiempo, esa idea no creció, pero tampoco desapareció. Simplemente no estaba presente en mi vida ni formaba parte de mis deseos reales.

Entendí que ese anhelo era más cultural que propio.
Y así quedó, guardado en el cajón de las fantasías… hasta días antes de la cita.

Me dije:

“No sé si algún día llegue a casarme, pero quiero experimentar este juego, probar los vestidos, observar cómo es la experiencia de cliente.”

Llamé a una amiga para que me acompañara como cómplice en esta aventura.
El día llegó. Con nervios y un poco de vergüenza, salí rumbo al encuentro.

¿Qué pasó…?

El servicio fue increíble.
Yo era una “novia” sin saber qué quería ni cómo lo quería. ¡Totalmente desinformada!

Mi asesora —una verdadera profesional— me recibió con una sonrisa y me pidió que le compartiera mis ideas. Le confesé que no tenía ninguna, solo mencioné un presupuesto ficticio.

Ella me tranquilizó enseguida:

“Vamos a probar tres estilos, y desde ahí empezamos.”

Me llevó a una sala preciosa donde podía ver, tocar y explorar la nueva colección.
La atmósfera era tranquila, íntima, elegante. Luego trajo los modelos y me prestaron unos zapatos de tacón para completar el look.

Y ahí… empezó la fantasía. ✨

Mi asesora ni siquiera me preguntó la talla. ¡Y acertó casi a la perfección!
Me explicó por qué había elegido cada diseño y acertó en todos los detalles.

Los vestidos…Cada uno más hermoso que el anterior. Me impactó. Me emocioné. Y sí, lloré.

Porque no solo me veía increíble, me sentía increíble.

Mi asesora, atenta, notó mi emoción y me ofreció un velo para completar el conjunto.
¡Qué gran cambio se sintió con el velo!
Fue pura magia. ✨ Me sentí como en una película. Radiante. Hermosa.

Un placer inesperado

Más allá de mis ideas sobre el matrimonio, lo único real en ese momento fue que me sentía divina y estaba viviendo una experiencia preciosa.

Sí, soy una romántica, y recomendaría a todo el mundo vivir algo así, aunque no tenga planes de boda.
No se trata solo de vestidos de novia. Podría ser un vestido de cóctel, de gala, de noche…

Para mí, fue darme permiso.
Disfrutar.
Dejarme llevar por el hedonismo de jugar con la vida.
Volver al espíritu infantil que se atreve a romper las reglas.

Porque el placer no solo se trata de genitales.

Para mí, el placer también está en explorar mis deseos, en entender mi cuerpo y mi ser, y en descubrir nuevas formas de goce que antes no me hubiera imaginado.


¿Cuál será mi siguiente aventura placentera?

¿Tienes alguna recomendación?
Déjamela en los comentarios o escríbeme, me encantará leerte.


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